lunes, 19 de noviembre de 2012

13. EL TRIPLETE

Estábamos en el año mil novecientos sesenta y nueve, yo estaba matriculado en el primer semestre de la Escuela de Medicina Veterinaria y Zootecnia, escuela que posteriormente sería elevada al rango de Facultad. Los alumnos de primer ingreso sufríamos las espantosas novatadas que se acostumbraban entonces, y que afortunadamente, pocos años después fueron suprimidas. 

Los primeros meses de clases nos cortaban el cabello a rape, y pasábamos a formar parte de la legión de perros a los que había que estar jodiendo, hasta que los compañeros de grados superiores se aburrieran de tal actividad. 

Ahí estábamos los cincuenta y pico de perros el primer día de clases, esperando que llegara el maestro que impartiría la materia: Exterior y Manejo de los Animales Domésticos, que daba inicio a las tres de la tarde, hora en que comenzaba también el turno vespertino; un poco después de esa hora, llegó un señor de aproximadamente cincuenta años, medio calvo, medio gordo y con una media sonrisa en el rostro que pensé que no perdía nunca, hasta que me fijé que no sonreía realmente, sino que tenía una cicatriz justo en la comisura de los labios. Se paró frente al grupo detrás de su escritorio, guardó silencio, nos observó fijamente y el murmullo de voces cesó por completo; después, materialmente se desplomó en su silla quedando todo despatarrado y empezó a hablar: 

—Mi nombre es Obdulio Cienfuegos, y como en esta escuela a todos los profesores nos ponen apodos, les informo que yo tengo dos: uno es El Sonrisas y el otro es El Triplete; el primer apodo creo que es obvio, pero en cuanto al segundo, no lo sé, lo desconozco, lo ignoro —dijo. 

—Quiero decirles, manifestarles u comunicarles que me da gusto que en el grupo haya puro machito, varoncito u hombrecito, porque yo soy muy mal hablado, es decir, soy majadero, malcriado u pelado, así que no se me vayan a escandalizar como si fueran maricas, jotos u afeminados. Ya saben, la clase que imparto tiene por nombre: Exterior y Manejo de los Animales Domésticos, y quiero hacer hincapié en que hablaremos, trataremos u estudiaremos únicamente a los animales domésticos, de casa u de rancho; así que voy a iniciar haciéndoles una pregunta, cuestionamiento u interrogancia; quiero ver cómo andan de conocimientos, por lo que pido levante la mano el alumno, discípulo u estudiante que quiera participar en clase. 

Justamente en ese momento sentí comezón en la axila y sin pensar, levanté la mano para rascarme con la otra en dicha zona mientras escuché que decía: 

—Me felicito, congratulo y alegra constatar que hay un pupilo que desea participar; ¿dígame usted, cuál es su gracia, nombre u apelativo? 

Viendo que yo era el interpelado, no me quedó más que pararme y contestar: 

—Estimado maestro, catedrático u mentor, quiero hacer una aclaración, explicación u observación que considero pertinente; sucede que levanté la mano para poder rascarme mi sobaco, bisagra u axila; no obstante, me pongo a su disposición para la pregunta, cuestionamiento u inquisición que quiera usted hacerme. 

Me quedó mirando fijamente, y al mismo tiempo que se oían algunas risas en el salón, observé que su involuntaria sonrisa desaparecía para dar lugar a un rictus de furia; se fue poniendo colorado y cuando pensé que reventaría como globo, recobró la compostura, sonrió forzadamente y dijo: 

—Me da placer, gusto y complacencia observar que tiene usted sentido del humor, espero que así lo tome cuando vea que está usted, excluido, segregado u expulsado de esta clase. 

Así aprendí que no debía hacerme el gracioso, ingenioso u chistoso con los profesores de la universidad; en ese momento me despidió de su clase argumentando: 

—Queda usted, castigado, suspendido u vetado durante un mes de mi cátedra, clase u materia; no sin antes pedirle que me salude a su madre, progenitora u tutora. No me quedó más que contestar: 

—Muchas gracias, me ausento, despido u retiro.

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