lunes, 19 de noviembre de 2012

15. LA BICICLETA INSIGNIA


Con cariño a la memoria de mi amigo Gabriel Osorio, El Choyo. 

Aquel sábado del mes de diciembre, Roberto, el Chali, despertó a las siete de la mañana, y cosa rara, no estaba crudo. Sintió deseos de desarrollar alguna actividad física; se puso un pantalón deportivo rojo y una camiseta amarilla; al mirarse en el espejo de su ropero, notó que portaba los colores de la bandera española, y llegó a la conclusión de que no era un mal chorizo, sino que estaba mal amarrado. 

Enseguida, comió medio kilo de galleta de animalitos acompañadas de una taza de café con leche, y caminó a la casa de Gabriel Osorio, El Choyo, pues pensaba pedirle prestada una bicicleta; estaba decidido a ir en bici a Villa Corzo y regresar luego, luego. 

En cuanto vio a Choyo le dijo: —Oí vos Choyo, empréstame una tu bici, voy a da’ una vuelta a Rusia y en la tardecita te la estoy devolviendo. 

Choyo se sintió impresionado cuando vio el colorido atuendo deportivo del Chali, coronado con un paliacate colorado que le circundaba la frente. 

—Ve Robertío —le dijo—, con gusto te diera yo mi bicicleta...¡jum!, sólo que no la tengo ahorita; pero, ¿ya pensaste bien si vas a aguanta’ la ida y el regreso? ¡No creás que está fácil! De aquí al río Pando vas a i’ a todo dar, es pura bajada; y de bajada, ya sabés que hasta la caca rueda, pero en adelante, es puro plan pa’rriba y cuando pasés por San Isidro, acordate de la chuchada de los Arroyo; ahí sí vas a mira’ tu suerte, ¡jum! Luego a la visconversa de allá pa’cá. ¡Ve!, pensalo bien, de todas maneras no tengo bicicleta que emprestarte. 

—Choyo, no seas cabrón —le dijo el Chali—, si ahí estoy viendo una bici que tenés reclinada en la pared. 

—¡Jum, ni lo pensés siquiera! —le respondió Gabriel inmediatamente—, ¿qué no ves que esa es la bicicleta insignia? Esa bici es la que llevamo a Tuxtla Gutiérrez los ciclistas de Villaflores, en peregrinación día de la Virgen de Guadalupe; ¡jum! velo, ya la tenemos casi lista, ya está adornada, tiene el cuadro de la virgen y los reguilete, además ya ‘ta limpiecita; ¡no, ni lo pensés! —Recalcó. 

—Ta ́bueno Gabi, si más pobre nos conocimo, me acuerdo que cuando estabas jodido eras buena gente, ‘ora como ya tenés paga, ya no se te puede pedi’ nada. 

Gabriel se quedó mirando un buen rato al Chali, y como el buen hombre que era, tomó su decisión. 

—‘Ta bien, llevate la bicicleta insignia, pero antes, le voy a quita’ el cuadro de la virgen, porque vos sos capaz de llevarla a conocé todas las cantinas que hay de aquí hasta Villacorzo... ¡jum! Y por vidita tuya, la quiero aquí en la tarde, si no lo hacés así, te va a castiga’ Diosito y te va a quita’ lo bolo. 

Ante esa terrible maldición, el Chali se prometió a sí mismo, regresar la bici lo más pronto posible. Se montó en la jaca de acero y tardó un poco en acomodar su trasero en el sillín; en cuanto lo logró, agarró un buen ritmo de pedaleo. Al pasar por el parquecito Aquiles Serdán, lo vieron saludar a diestra y siniestra con sonrisa de político en campaña para la presidencia municipal. 

La primera parada fue en el restaurante de Chema Taco, en donde por pura casualidad, nos encontrábamos un poquitín crudos: Memo, Orlando, Jorge Macías, Jorge Moreno y yo. 

Entró el Chali, nos saludó con gran entusiasmo e inmediatamente nos invitó a que lo acompañáramos en su aventura: 

—¿Cómo lo ves compadre Jorge, vamo? —le preguntó al Piña. 

—No mi Chali —contestó el aludido—. ¡Ve!, pa’ encontra’ una bicicleta que me aguante, está un poco cabrón, luego le tengo que adapta’ un butaque pa’ que entre mi jonís; además, por ahí está el camino a mi rancho y corro el riesgo que me dé gana de trabaja’ y ahí sí no, viejacho... ¡yo paso! 

—¿Y vos Memo? 

—No primito, en estos momentos me encuentro cruquete, o sea, entre crudo y cuete, y si me querés invita’, está bien pero invitame una cerveza. 

—¿Orlando? —preguntó el Chali. 

—No, yo ya conozco Villacorzo —contestó y siguió comiendo. 

—¿Primo Jorge, vamo?, a lo mejor por ahí te inspirás pa’ hace’ una canción. 

—Ve Chali —contestó Macías—, si querés que yo me inspire, invitame a Acapulco o a Cancún, no a Villacorzo, ¡no me jodás! 

El Chali volteó a verme y dijo: —Enrique, ¿vamo a Villacorzo en bicicleta? —No —le contesté—, yo ya tengo carro. —Bueno pue’ —sentenció Chali—, sigan comiendo 

y bebiendo cerveza... Así está bien, el único que va tene’ cinturita de avispa y cuerpo de palmera vo’a se’ yo. 

Se acercó el mesero, que no era otro que Leoncito Seki Toledo, ex boxeador, mejor conocido como La Seca, que tuvo el gran honor de ser noqueado por Romeo Anaya, quien lo sacó del ring de un izquierdazo criminal. La Seca contaba que le había pegado un gran susto a Romeo: 

—¿Por qué, primo? —le preguntaron—, ¿qué acaso lo lastimaste? 

—No, es que pensó que me había matado del gran chingadazo que me dio —contestó. 

Enseguida le preguntó a Roberto: —Idiay Robertío, ¿cuántos taquito te vamo a servi’ ahora? 

—Pi —contestó el Chali. —¿Cuántos? —volvió a preguntar La Seca. —¡Pi! —Ve Robertío, si no me hablás bien, te vo’a da un tu sopapo que vas a ve’. —¡Seki!, me extraña tu falta de agricultura —dijo 

Chali— “Pi” quiere deci’: tres pa’ proba’, catorce pa’ desayuna’ y dieciséis pa’ lleva’. 

Lo vimos salir con su envoltorio de tacos bajo el sobaco. Oímos el crujido del sillín cuando se sentó en la bicicleta y se alejó silbando Amor chiquito con mucho ritmo y alegría. 

En el descenso para llegar al río Pando empezó su desgracia, el camino era de bajada y venía deslizándose sabroso, hasta que se topó con un gran bache, el cual no pudo librar, por un lado voló la bicicleta y por el otro salió el Chali, que quedó tirado a media carretera con los codos y las rodillas chojadas. 

Se paró rápido en cuanto vio que unos muchachitos le empezaron a tirar piedras, creyendo que era la cocha enfrenada. Recogió sus tacos, levantó la bici que había quedado bastante estropeada y se montó de nuevo. Cuando llegó al puente del río Pando, iba silbando Canción mixteca, ya con algo de nostalgia. Al pasar el Mesón del Fraile, comenzó la subida, ya no silbaba sino que daba unos pujidos que parecían de alma en pena. 

Como le vaticinara Gabriel Osorio al Chali, en San Isidro, lo atacó la jauría de los Arroyo, al grado que le rompieron a puras mordidas sus zapatos nuevos marca Superfaro. A base de patadas y mentadas de madre logró alejarse de San Isidro y sus cánidos salvajes, tipo dingos australianos, pero más feroces, ya que están cebados con carne humana. 

Al terminar la refriega, se dio cuenta que había perdido ambos zapatos; afortunadamente, enseguida hay un descenso llamado, la Curva del Zope, que le sirvió para descansar un poco y reponerse del susto. Aprovechó la sombra de un caulote para embodegarse los últimos dieciséis tacos de cabeza que estaban algo entierrados, a causa de su caída. 

Siguió su camino y al comenzar la subida de la entrada a Villacorzo, lo vieron vomitar hasta las tripas; pero en cuanto podía, silbaba la melodía Viva mi desgracia. 

Con mucha dificultad, llegó al Parque Central de Villacorzo y se sentó en una banca debajo de un nambimbo. Al pensar en el regreso, sintió terror de imaginar que tendría que repetir la experiencia sufrida, y de solamente recordar el ataque de los dingos sanisidreños, lo empezó a sacudir un escalofrío. 

Después de un rato, el Chali vio que se aproximaba un camión azul de tres toneladas con redila ganadera que se le hizo conocido; era el camión de su compadre del alma, Julito Castillejos, quien, inmediatamente reconoció a su amigo, se detuvo, subieron la bicicleta en la parte trasera del transporte que estaba todo lleno de estiércol, y muy quitados de la pena, se fueron a visitar todos los centros botaneros de Villacorzo. 

Un poco alumbrados ya por las cervecitas ingeridas, emprendieron el regreso a Villaflores. Al pasar por San Isidro, vieron que la chuchada todavía seguía mordiendo los zapatos Superfaro del Chali, quien, en venganza les fue mentando la madre todo el camino, prometiéndose regresar en cuanto pudiera, a darles a comer carne con vidrio molido y Estricnina, lo que posteriormente hizo, con el resultado que todos los dingos sanisidreños engordaron y hasta el pelo se les puso lustroso. 

Ambos compadres continuaron celebrando en la cantina de tío Manuel la proeza deportiva realizada por el Chali, lugar donde fue detectada la bicicleta por un grupo de romeros, encabezados por Hernán Waller, El Zope, quienes año con año hacían el recorrido llevando la imagen sagrada a Tuxtla; rápidamente rescataron del camioncito la bici que estaba toda manchada de caca de vaca, llevándosela al Choyo, a quien le contaron dónde la habían hallado. 

Gabriel, como buen creyente, le dio gracias a Dios y a la Virgen por el rescate de tan singular bicicleta, que a partir de esa fecha, la Cofradía de los Ciclistas Guadalupanos, decretó como patrimonio tangible de la humanidad, de toda la humanidad... “menos de ese pinchi Chali que trató a la bici con tanta falta de respeto”... ¡jum!

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