lunes, 19 de noviembre de 2012

8. EL CIRCO



—¿Te gustaría ir al circo? —le pregunté a mi hijo Quique, quien tenía aproximadamente unos cinco años de edad, aprovechando que era fin de semana y que tanto su mamá como su hermano mayor estaban fuera de la ciudad, en una competencia infantil de natación. 

Dora Celina me había encargado que estuviera pendiente de nuestro hijo, y que procurara salir a pasear con él para que no se sintiera solo. 

—¿Circo? ¿Qué es eso? —preguntó. 

—El circo es un lugar en el que se divierte la familia que se queda en casa, cuando la mamá y el hermano andan de viaje. 

—Está bien, vamos entonces —asintió. 

Al llegar al circo le llamó mucho la atención un par de elefantes, que estaban amarrados con cadenas a una estaca. 

—¿Qué animales son esos papá? 

—Se llaman elefantes y son de los animales más grandes que hay en el mundo; existen dos tipos de elefantes: los asiáticos y los africanos —presumí acordándome de los apuntes de mi admirado doctor Cabrera, profesor de la materia Animales de zoológico. 

—¿Nos podemos acercar a verlos papá? 

—Sí claro —asentí, sin imaginar en lo que me estaba metiendo. 

Estuvo observando atentamente a los elefantes unos minutos, hizo que diéramos unas vueltas alrededor de ellos, hasta que quedó satisfecho y entramos al circo; en cuanto nos acomodamos en nuestros asientos preguntó: 

—Papá, ¿qué comen los elefantes? 

—Son herbívoros y frugívoros, eso quiere decir que comen hierbas y frutas. 

—El elefante grande ¿es hombre o mujer? —No hijo, se pregunta si es macho o hembra. —Entonces ¿tú eres macho? —Bueno... macho, macho, muy macho... no, machón únicamente —confesé. En la pista actuaban unos malabaristas que me tenían muy entretenido, pero a Quique parecía no interesarle eso y volvió a preguntar: 

—¿Los elefantes tienen la panza muy grande? 

—Así es hijo. —Entonces, ¿hacen bastante popó? —Afirmativo, ¡cagan de a madre! —respondí. —Oye, cuando hacen pum los elefantes, ¿hacen mucho ruido? —Sí, se pedorrean galán. 

—¿Para qué sirven esos cuernos blancos que le salen al lado de su trompa y que tiene forma de manguera? 

En ese momento volví a ponerle atención a Quique y le dije: 

—No son cuernos, son colmillos y le sirven al domador para colgar su sombrero; lo que parece trompa, en realidad es su nariz y la usa Tarzán como escalera cuando lo monta. 

Como vi que Quique estaba impresionado con mis profundos conocimientos acerca los paquidermos y no iba a dejar de preguntar, le pedí que atendiera a lo que estaba pasando en la pista. Apareció un par de equilibristas; uno de ellos, el más fuerte, traía un tubo como de cuatro metros de longitud, se lo colocó en la cabeza y el otro subió por el tubo hasta el otro extremo y comenzó a hacer machincuepas. 

—Observa bien lo que hace el más bajito porque ahora que regrese tu mamá, le voy a pedir prestado el tubo al señor, me lo voy a colocar en la cabeza y tú vas a hacer lo que hace el que está arriba, así que abusado. 

Quique miraba a los equilibristas, volteaba a verme y nuevamente veía a los cirqueros; así estuvo hasta que acabó el acto y le pregunté: 

—¿Cómo la ves? Se quedó mirándome muy serio y dijo: —Oye, yo creo que tú lo que quieres es que me lleve la chingada, ¿verdad? Ante la contundencia de su lógica, quedé boquiabierto 
de que a tan temprana edad supiera aplicar adecuadamente esa “malcriadeza”. 

Cuando regresó Dora Celina le preguntó a Quique si se había divertido en el circo, a lo que él respondió: 

—Sí, estuvo divertido y además conocí a los elefantes; ahora sé que los elefantes comen mucho porque tienen un estómago muy grande; que no hacen popó, sino que “cagan de a madre”; en lugar de hacer pum, “se pedorrean galán”; tienen colmillos “para que el domador cuelgue su sombrero” y la nariz “le sirve a Tarzán para subirse en ellos”; pero lo más importante que aprendí, es que no debo a ir al circo con mi papá porque está loco, quiere que suba a un tubo grandísimo a hacer machincuepas para que tú nos veas, pero yo creo que en realidad lo que quiere, es que me lleve la chingada.

1 comentario:

  1. excelente cuento te ries espontaneamente de principio a fin. dr. e. rios

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