lunes, 19 de noviembre de 2012

3. BOLO NANERO

En el mágico mundo de los bolos existe uno que, de alguna manera, nos identifica a casi todos los que bebemos trago y todavía tenemos madre, es “el bolo nanero”; por eso cuando mi primo Pepe Menelao, me invitó a celebrar con su familia hace ya algunos años, un diez de mayo, llegamos a la casa de su mamá un poco antes de la hora de la comida, al salir la tía Goya de la cocina preguntó: 

—¿Qué onda?, ¿qué los trae por aca... pulco? 

—Te venimo a celebrá tu día —contestó Pepe Menelao. 

—¿Traés regalo? —preguntó la tía. —Sí, te traigo una botella de whisky —respondió. —Pero yo no bebo trago, ya lo sabés. —Pero nosotros sí bebemo —remató el Pepe. —YvosQuique—volvióapreguntarlatía—,¿traés regalo? 

—Sí tía —contesté—; pero no es una cosa material. Cuando esté ya bolo le voy a declama’ una bonita poesía. 

—Ve, ahí estás bien viejazo —contestó, al más puro estilo villaflorense. 

Al rato llegó el tío Cachún con ese caminar jacarandoso que tiene, que le ganó el apodo del Andasabroso, se fue directamente a la cocina y al salir nos preguntó: 

—Oigan muchachos, ¿les gusta la comida recalentada? 

—¡Sí! —contestamos a coro rápidamente. 

—Bueno, entonces vengan mañana porque esta comida es de hoy. 

Me paré un poco chiveado ante las palabras del tío Cachún y Pepe me dijo: 

—Perate primo, este es el nuevo chiste de mi papá, pero no le hagamo caso. 

Acto seguido, empezamos a darle trámite a la botella de whisky; al hacer su efecto los tragos ingeridos, Pepe Menelao comenzó a hacer pucheros y entre sollozos abrazó a su mamá y le dijo: 

—Mama, ¿qué voy a hace’ cuando te murás?, voy a sufri’ mucho. 

La tía Goya inmediatamente respondió: —Hay una manera de que no sufrás. —¿Cuál? —preguntó Pepe. 

—Morite vos primero. 

—Ah pue’ mama, no cambie’sté el orden generacional de la extinción de las especies. ¡Mejor que se muera Chegoyo González! 

Con la sabia decisión que Pepe Menelao propuso, en la que todos estuvimos plenamente de acuerdo, nos pasamos un diez de mayo inolvidable comiendo chanfaina, cochito horneado y arroz de fiesta; con una única condición impuesta por la tía Goya: que Pepe Menelao dejara de estar llorando y abrazándola, porque la blusa que estrenaba, ya la tenía llena de “moliva”, esa rara mixtura entre moco y saliva.

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