lunes, 19 de noviembre de 2012

2. ALMUERZO AMARRADO



—El próximo martes, día del niño, haremos una excursión al río Pando, irán todos los alumnos de la escuela acompañados de nosotros sus maestros; deben traer permiso de sus papás y pedirles que les amarren sus almuerzos.

La persona que hablaba era nuestra profesora de tercer año de primaria. En la mente de un niño de nueve años como yo, ésta era toda una aventura que no me podía perder por ningún motivo, solamente veía dos problemas: primero, que mi papá me diera permiso para ir a la excursión y segundo, ¿qué significaba eso de que “amarren sus almuerzos”?

Don Enrique, mi papá, se mostró comprensivo acerca del permiso para ir a la excursión, solamente me recomendó que estuviera pendiente de mi hermana Anita; y luego dijo:

—Dile a tu mamá que les ponga suficiente comida, que les amarre un buen almuerzo.

CHUMUL DE CUENTOS 41Me presenté con doña Jelen, mi madre; le comenté acerca de la excursión y también le pedí que nos preparara nuestro almuerzo amarrado.

—No te preocupés —me dijo—, te voy a preparar un delicioso almuerzo.

—¿Amarrado? —pregunté.

Realmente estaba intrigado acerca de qué era un almuerzo amarrado, ya que lo que frecuentemente veía que amarraban era a los chuchos, a los caballos y también a mí; pues mi padre, cansado de que siempre anduviera en el río, en una ocasión me decomisó la bicicleta y cuando vio que ni con eso paraba en casa, me amarró del tobillo a una pilastra para que, según él, se me quitara lo pata de chucho.

Una noche antes del gran día, mi madre mandó comprar pan francés en la panadería de doña Tona Zavala y nos hizo unas deliciosas tortas de pollo; cuando le pregunté si ése era el almuerzo amarrado, no me contestó nada, únicamente agarró una manta de la cocina, envolvió las tortas, al final le hizo un nudo y entregándomelo, dijo:

—Ahí tenés... amarrado.

El día tan esperado llegó, estábamos mi hermana y yo en la fila esperando que el director de la escuela, el maestro Chu, diera la voz de arranque para iniciar la gran aventura; cuando llegamos al río, noté que mi almuerzo no era como el que llevaban los demás.

El almuerzo amarrado típico consistía en un plato de peltre en el que se llevaba: huevos en torta, solos o con camarón, era importante que los huevos tuvieran suficiente manteca; frijoles refritos o saqui; un pedazo de carne que podía ser tasajo, chicharrón, bistec de res, chorizo o costillitas de puerco; un buen pedazo de queso, seco o fresco; según el tamaño del plato, podría llevar hasta platanito frito y un chile jalapeño de regular tamaño.

Invariablemente la comida debía llevar encima un buen montón de tortillas que hasta hace algunos años, todavía eran hechas a mano; la tortilla que quedaba en contacto con la comida era la más apreciada.

El almuerzo también podría incluir tortillas debajo de la comida y otro plato de peltre embrocado para conservar el calor. El plato se colocaba sobre una manta y se amarran las puntas encima del almuerzo.

Con la aparición de los recipientes de plástico llamados Topergüer, se perdió en gran medida la costumbre del almuerzo amarrado, por eso no me extrañó que muchos años después ya siendo veterinario, al pasar por el rancho de mi compadre Ramsés Cacacho, éste me haya hecho señas para detenerme e invitarme a compartir su almuerzo.

En el cofre de su camioneta tenía, cuando menos diez recipientes de plástico de todos colores y formas. Él se lamentaba que ya no le amarraban el almuerzo como

antes, sino que le daban “una gran retajila de estos pinche trastecito” decía, que contenían todo lo que había sobrado de comidas anteriores, y que posteriormente habían congelado y vuelto a calentar.

Así que, comenzó a abrir los trastecitos, mientras iba haciendo algunos comentarios:

—Miralo, este cochito horneado está haciendo nueve días que lo comimo, o sea, es su novenario. Esta chanfaina ya está cumpliendo los cuarenta días. Ah, este pescado baldado ¡ya está haciendo su cabo de año!

Por los comentarios de mi compadre, confirmé que seguía siendo muy religioso; luego apareció: huevo con tomate, frijolitos con chile de Simojovel y un chile relleno.

—Éste es nuevo compadre, nomás tiene tres días de fallecido —fue su comentario.

En el siguiente trastecito apareció una gelatina, luego otro con un par de huevos duros, otro con un tamal de chipilín y uno de toro pinto y por último, un traste con tortillas. Al terminar el desfile de platillos, se santiguó mi compadre y dijo:

—‘Ora sí compadrito, le entremo a Belén cantando.

—Amén —contesté, y empezamos a darle trámite al desayuno.

Tuve que reconocer dos cosas: que “los pinche trastecitos” como decía Ramsés, mantenían la comida bien

caliente o bien fría, según fuera el caso; y que mi comadre tenía una sazón de primera, por lo que mi anfitrión no tuvo que hacerme manita de cochi, para que acabara con la mitad de la ración encomendada.

Después de que limpiamos a conciencia los trastecitos, mi compadre me pidió que rezáramos algo; cerró los ojos, y juntando sus manos comenzó a hablar entre dientes, a intervalos paraba el rezo, se santiguaba y abría el ojo derecho mirando a donde yo estaba, por lo que inmediatamente yo también juntaba mis manos y decía amén, hasta que le pregunté:

—Oí compadre, ¿que no la rezada se hace antes de comenzá a come’?

—Ve —me dijo—, todo lo que comimo es pura sobra y ya le rezamo en la casa, en este momento estamo rezando pa’ que no nos enfermemo, porque la verdad mi querido compadre y galeno de las criaturas del reino animal, es decir, Médico Veterinario Zootecnista, mis respetos; por la forma en que ataca’sté la comida, es usté un chingón, como lión.

Me acordé que a mi compadre, después de comer, se le metía el espíritu de Amado Nervo y le gustaba versificar, así que no me extrañó que prosiguiera:

—Merecordóustéalcomer,aunamotoconformadora que arregló el camino al rancho hace unos meses, y que a la orden de ataca maraca, todo lo hizo caca.

—Ve compadre, eso saco por andar aceptando tu invitación a compartir tu desayuno, a ver cuándo me invitás otro uno.

Al darse cuenta que yo también estaba echando mi verso declaró:

—¡Empate! Ahora querido compadre, contame ¿a dónde vas?

—Iba a una consulta a un rancho que está adelante, pero en este momento vo’a comprar un par de Alka Seltzers pa’ que me haga digestión la comida, ya me voy, ahí seguís rezando pa’ que yo salve la vida, ¿viste?

Unos meses después, llegaron a trabajar a la casa un par de muchachas de la colonia Cristóbal Obregón, al darse cuenta que me iba temprano al trabajo se ofrecieron a darme el clásico almuerzo amarrado.

Al día siguiente se levantaron muy temprano a prepararme el almuerzo, al grado que hasta tortilla de mano hicieron, lo que resultó una costumbre muy agradable para mí y se convirtió en todo un ritual; pero las muchachas obregoneñas se fueron y con ellas el almuerzo caliente.

Una tarde, Dora Celina me preguntó si saldría a trabajar temprano la mañana siguiente, le respondí afirmativamente y se ofreció a hacerme el almuerzo amarrado, así que me extrañó que al otro día dieran las seis de la mañana y ella siguiera durmiendo, por lo que me resigné a irme a la chamba sin almuerzo; pero de pronto abrió un ojo y me dijo:

—No se te vaya a olvidar llevar tu almuerzo amarrado, te lo hice desde anoche y te lo dejé en el refri, espero que de aquí a que te lo comas se caliente un poco, ¿viste?

No hay comentarios:

Publicar un comentario