lunes, 19 de noviembre de 2012

9. EL COMEDERO DEL PANTEON

Jovito Pérez Pérez era un producto típico de la región frailescana, descendiente de gente de Chiapa de Corzo, Tuxtla Gutiérrez y la propia Frailesca. Nació en los primeros años del siglo XX, a media cuadra del Parque Central de Villaflores. 

La chamba que desempeñó durante gran parte de su vida fue la de procurador: procuró ser agricultor, fracasó y procuró ser maestro y lo corrieron; donde no fracasó fue a la hora de escoger mujer, “pegó un chulo braguetazo” como decían sus amigos, pues al otro día del casorio ya tenía casa propia regalo del suegro, y le estaba echando el ojo a un rancho que tenía el viejo, allá por el rumbo de Sanjuancito. 

Pasaron algunos años antes de que se muriera el suegro, con lo que el tío Jovo sin morirse, también pasó a mejor vida. 

Entre otras cosas la mujer del tío, aparte de tener mucho dinero, era una chingonería en la cocina, a lo que tocara le daba la sazón adecuada, eran legendarias sus fiestas de cumpleaños, en las que se lucía con los platillos que preparaba como: chanfaina, sopa de gato, ensalada rusa estilo Viaflores, chipilín con bolita y sopa de pan; éstas y otras exquisiteces era lo que tío Jovo comía frecuentemente. 

Su mujer tenía el nombre adecuado: Perfecta, además no hablaba mucho, lo que la hacía más perfecta hasta que un día habló: 

—Jovo, te quiero pedi’ una cosa, pero ¡no me vayás a deci’ que no, porque entonce sí que me vas a conocé! 

—¿Qué querés? —preguntó el tío. 

—Quiero que pongamo un restorán. Ve, ya me aburrí de esta’burrida y siempre he tenido ese deseo, así que ¡no me vayás a deci’ que no, porque entonce sí que me vas a conoce’! 

La tía Perfe nunca le había hablado en ese tono a su marido, por lo que éste, ni tardo ni perezoso se empezó a movilizar buscando el sitio adecuado para el restaurante. Encontró una bonita casa por la salida del panteón; hizo trato y en un mes ya estaban inaugurando el nuevo negocio, que según la lógica de tío Jovo en lugar de restaurant, que es una palabra extranjera y como vendería comida, decidió ponerle por nombre “Comedero del panteón”, para distinguirlo de los merenderos que don Pepe Solórzano tenía por los diferentes rumbos de la ciudad, mismos que bautizaba según su ubicación como: Merendero del parque, o del puente, o del Bajío. 

Tenía como un mes de abierto el Comedero, cuando llegamos los de la plebe para pasar las vacaciones de fin de año. Al llegar y enterarnos del nuevo comedero y la fama de excelente guisandera, que bien ganada tenía la tía Perfecta, nos pusimos en acción e hicimos la ficha técnica: 

Cita: mañana mismo, 1:00 pm. Lugar: Comedero del panteón. Objetivo: tomar cerveza y botaneo a discreción. Actores: toda la plebe. Inconvenientes: el tío Jovo es metiche y sólo bravo está, parece garrapata coyolera. Argumentación: no importa, vale la pena. Estrategia: no le hagamo caso. 

Con una puntualidad, digna de mejor causa, a la una en punto estábamos todos sentados pidiendo la primera ronda de cervezas, cuando se me ocurrió decirle al mesero: 

—Ve compa, ahí le decís a tía Perfe que nos mande algo de botanita, ¿viste? 

Cinco minutos después llegó tío Jovo saludando a diestra y siniestra, y preguntó: 

—¿Quién pidió botana? 

Todos los dedos me apuntaron y el tío me abrazó diciendo: 

—Acompañame hijo —salimos a la calle, se paró enfrente del negocio y me preguntó: 

—Si sabés lee’, decime ¿qué dice en ese letrero? —Dice, “Comedero del panteón”. —¿‘Caso dice por algún lado cerveza y botana? —No, no dice; pero mire’sté, dígale a su mujer que nos ponga unas tres orden de cochito, tres de chanfaina, un chile relleno y siéntese usté con nosotro. 

—Veee, no me estés alburiando recabrón, acordate que soy tu meeero tío —al tío Jovo al hablar le gustaba patinar la letra e. 

—Dispénseme usté, fue sin querer; en serio, acompáñenos en la mesa. 

—‘Ta bien, nomás le vo’a pedi’ permiso a tu tía, vas a ve’ que últimamente me ha salido meeera brava. 

Tío Jovo no regresó, pero sí llegaron los platos con la deliciosa comida preparada por la tía Perfe, comida que por cierto, no aguantó más que un pasón. 

—Oí vos, muchachito —le dijimos al mesero—, traé más cerveza y botana. 

—¿Quién pidió cerveza y botana? —llegó preguntando tío Jovo—. ¡Qué burro ustedes!, ¿no?; todo lo convierten en cantina, no se puede pone’ un negocio decente, siempre terminan pidiendo cerveza y botana, ¿por qué no piden joquei, o confleich? 

—Tío —intervino mi hermano Wili—, yo sí vo’a queré de esas cosas que nos está usté ofertando. 

—Sí Wilito, con gusto hijo; vos sí sos un muchacho decente, no como estos perdulario. ¡‘A pueee’!, digan de una vez ¿qué van a quere’ come’? 

—Tío —preguntó el Archiduque de Coss—, ¿tiene’sté caldo de gallina de rancho? 

—Sí tengo Osquitar; pero vas a tene’ que i’ al rancho, aquí no hay. 

—¿Tiene’sté sopa de fiesta? —intervino Memo Macías. 

—Ve Memo, tengo sopa únicamente, la fiesta la vas a tene’ que pone’ vos, ¿viste? 

El Piña preguntó: —¿Tiene’sté de casualidá cabeza de res, tío? —De casualidad no, así nací; pero decime ¿acaso vos no tenés cuerpo de cochi, y ni quién diga nada? El Chali tampoco se libró al preguntar: —Tío, mire’sté si su mujer tiene lengua baldada. —No tengo que mirá nada, no tiene la lengua baldada, tu tía es una mujer decente que no le gusta el argüende, no es como Tu...xtla Gutiérrez. 

Julián Pereyra pidió: —¿Tiene’sté sopa de gato? —Sí tengo, pero eso es lo que voy a come’ yo, y no 
te pienso da’ nada, ¿viste? —¿Tiene’sté ropa vieja, tío? —Intervino temerariamente el J. J. Solórzano, sabiendo cómo acostumbraba contestar el tío. 

—Sí pue’, vos la debés de tene’ muy nueva de seguro, ‘ta vieja pero limpia compa, y si seguís criticando mi ropa, no te voy a servi’ nada, ¿viste? 

—¿Tiene’sté cochito? —preguntó Marco Antonio Besares. 

—No, Marquito, solamente tengo dos hijo pero son gente, son tus primo pueee’. 

Jorge Luis Zuarth dijo: —¿Tiene’sté sopa, tío? —Sí, tengo sopa y mole también; pero, ¿no se te 

hace que ya no estamo en edad de anda’ jugando a brinca’ la cuerda? 

—Toni, ¿vas a quere’ algo? 

—Tío, yo pensaba pedir huevo con chorizo, pero así como van las cosas, mejor tráigame usté lo que sea su voluntá, pero eso sí, que pique. 

—¿Que pique?, entonces ‘ta bien, ¡huevo con chorizo! —Dijo orgulloso de su ocurrencia de doble sentido. 

Sostuvimos este duelo verbal con el tío Jovo durante todo el período vacacional de ese año y los que siguieron, pero no logramos que pusiera en su negocio el rótulo de “cerveza y botanas”. Él a su vez, no desperdiciaba la ocasión para decir que nosotros éramos capaces de convertir cualquier negocio en cantina en el lapso de una semana; pero eso sí, no dejaba de avisarnos cuando la tía Perfe cocinaba algo especial, decía: 

—Mañana, tu tía va a tene’ caldo de pata con panza, no vayan a falta’ porque es su meeera especialidá, ¿viste? 

Conforme pasó el tiempo, mis viajes a Villaflores fueron espaciándose; recuerdo que la última vez que platiqué con tío Jovo, me dijo: 

—Oí vos, ¿por qué no has llegado al negocio? 

—Ve tío, no vo’a i’ hasta que no ponga’sté en la paré el letrero que diga “cerveza y botana”. 

Me quedó mirando fijamente, se rascó la cabeza un rato como librando una lucha interna y con voz pausada dijo: —‘Ta bien, vos ganás, mañana te espero; hoy mismo voy a pinta’ el letrero. Cuando llegué al día siguiente, vi que debajo del rótulo “Comedero del panteón”, el tío había pintado con grandes letras la palabra CeBo, contracción, según él, de cerveza y botana. Ahí también supe que al tío Jovo no le íbamos a ganar jamás una discusión.

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