lunes, 19 de noviembre de 2012

4. BOLO SOLIDARIO

Yo sostengo que la bolera es el transporte que utiliza el dios Baco, para llevar a los mortales a ese lugar mágico en el que todo es bonito; donde el fiero se siente carita y el carita se siente soñado; donde el ñenge se siente trabado y el trabado se siente contento; el soltero se quiere casar y el casado se quiere morir; además logra que el hombre pueda llorar sin sentir vergüenza.

En una ocasión en que Ricardo el Walterspacher y yo íbamos entrando al sagrado templo del beber llamado el Tzitzipandácuri, ubicado entre las calles de División del Norte y Municipio Libre, allá en el Distrito Federal; nos topamos de frente con un chaparrito todo retorcido y pelo “afro”, la moda en aquel tiempo; era lo más parecido a un palo de jocote que yo haya visto. Venía llorando y en cuanto vio a Ricardo exclamó:

—Oí vos, ¡se nos fue aquél!

—¿Quién? —preguntó Ricardo.

—¡Aquél! —repitió el Palo de Jocote e inmediatamente; sin más, mi primo empezó a gimotear.

Sacó su pañuelo y comenzó a hacer un ruido con la nariz, que era lo más parecido a la trompeta de órdenes de una banda de guerra tocando retirada. Yo, en señal de respeto por esta emotiva demostración de duelo que presenciaba, me quité la cachucha y puse la mano en mi corazón acompañando el sentimiento de ambos. Al final terminaron abrazados, se dieron el pésame mutuamente y el Palo de Jocote se despidió. Vino la pregunta de rigor:

—Oí, ¿quién es este compa, vos? —Al saber —contestó Ricardo. —¿Quién se murió pue’? —Menos que yo sepa, ‘ora sí ve, como decía el

Pateto, hasta adivino querés que yo sea. —Idiay, ¿por qué estás llorando, entonces? —¡Por solidaridad!, el bolo debe se’ solidario primo.

A este chaparrito, estoy seguro que en algún lado lo he visto, pero ahorita no me acuerdo dónde —remató.

—¿Y por qué no le preguntaste? —insistí.

—Qué, ¿querés que llore más?, si así nomás me hizo chillar este tapón de alberca, mejor que quede así.

Efectivamente, Walterspacher era un verdadero bolo solidario, lloraba con el bolo llorón, reía con el bolo risueño, cantaba con el bolo cantor. Por eso, cuando un día lo encontré muy animado platicando con un gran mampo, le pregunté:

—¿Oí primo, seguís siendo bolo solidario? —dije mientras volteaba a ver a su amigo.

—No —contestó—, si vieras que ya no bebo trago, no puedo ser solidario con todo el mundo, no vaya siendo la de malas, ¿o no, Petunia? —se dirigió a su amigo, quien le contestó:

—Así es comadre.

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